Todas las buenas historias tienen un origen humilde. En el caso de Veinte·Veinte, todo empezó con dos hectáreas de terrenos baldíos en cuesta.
El pago de Los Arenales ha tenido viñedos desde hace siglos. No obstante, desde hacía décadas estos languidecían bajo el sol inclemente de Castilla. Un día de 1996, todo cambió.
En los años noventa, nuestra familia adquirió unos terrenos arenosos llenos de viña vieja al pie de un humilde pinar, en pleno corazón de la Ribera del Duero. La idea: convertir esas dos hectáreas en un viñedo propio y un día, hacer nuestro propio vino de manera profesional.
No es que seamos unos novatos en la viticultura. Desde hace generaciones, nuestros antepasados habían hecho vino con los pequeños terrenos familiares a las afueras de Gumiel. Viñas de porte recio, vetustas cepas que tras varias generaciones, producen una excelente uva tempranillo.
Al comprar estos terrenos en los Arenales, la familia quiso imaginar un futuro: un día, harían su propio vino y podrían decir orgullosos que de estas tierras baldías nacería un futuro que hoy es presente:
Veinte·Veinte
Un vino familiar
En 1996, se plantaron las primeras cepas de variedad tempranillo. Tuvieron que pasar siete largos años hasta que las plantas comenzaron a dar una producción aceptable. La espera es una constante en el mundo del vino: como los oriundos del lugar saben, cultivar vides en la Ribera es una tarea más ardua de lo que parece.Son estas unas tierras de inviernos heladores, veranos calientes y secos y unas lluvias más bien difíciles de ver. Entre heladas, granizo y sequías, poco a poco nuestras cepas fueron engrosando, las hojas brotando y los primeros sarmientos asomando entre las vides.
Durante diecisiete largos años, las algo más de dos hectáreas de los Arenales fueron dedicadas a una de las muchas cooperativas de agricultores que pueblan la zona. La vendimia se hace de forma manual, entre los familiares y allegados que quieren participar.
Durante un fin de semana completo, los Gallego García nos juntábamos a cosechar nuestras viñas, entre cantos, historias, bocadillos de morcilla y alguna que otra discusión. Para nosotros, la vendimia siempre ha sido una excusa para juntarnos, compartir un rato al aire libre y compartir buena mesa y por supuesto, buen vino.
Dos barricas y un sueño: de los vinos en el Tío Domingo a Veinte·Veinte
Aunque la uva se dirigía a la cooperativa, la afición por hacer un vino propio siempre estuvo ahí. En 2005 compramos dos barricas, un depósito y una pequeña despalilladora, y con una pequeña parte de la cosecha, hicimos nuestro propio vino de manera casera. Este vino anónimo, criado en una vieja casa de adobe (la que conocemos como Casa del Tío Domingo), fue el alma máter de lo que es ahoraVeinte·Veinte. Fue así como con dos barricas y un sueño nos lanzamos a experimentar y a aprender a ser viticultores.
En 2019, decidimos que había llegado el momento de cumplir nuestro sueño. Así pues y decidimos que, al año siguiente, comenzaríamos a hacer un vino con marca propia.
Aquel año fue ni más ni menos que 2020.
Veinte·Veinte: Un vino diferente en un año único
En octubre de 2020 se nos presentó un verdadero desafío. Teníamos que vendimiar, seleccionar y vinificar miles de kilos de uva en medio de una pandemia, con restricciones de movimiento entre regiones y la consabida distancia de dos metros.
A pesar de las dificultades, todo salió a pedir de boca: la cosecha fue buena, la uva se recogió en un solo día y nadie se contagió (que sepamos).
Cuando llegó el momento de decidir el nombre de nuestro vino, se barajaron muchas opciones, pero tras mucho meditar, nos quedó claro: Veinte·Veinte. Era el reflejo perfecto de lo que queríamos: un vino nacido en un momento difícil, pero con carácter y personalidad únicas.
Un vino en pleno corazón de la Ribera
Veinte·Veinte es un vino único por muchas razones, y una de ellas es su procedencia.
La Ribera baña tres provincias: Dicen los entendidos que las mejores bodegas están en Valladolid, las variedades más singulares en Soria…. Y las mejores vides de la Ribera del Duero se hallan en Burgos.
Concretamente, el triángulo que forman las localidades de la Horra, Sotillo de la Ribera y nuestro pueblo, Gumiel de Izán es conocido por la excepcionalidad de sus viñedos. En estas tierras, bañadas por el humilde y pacífico Río Gromejón, se encuentran una serie de características únicas que permiten una de las mejores uvas de nuestro país:
- Un terroir tan rico como increíblemente variado, desde la roja tierra arcillosa del fondo del valle, pasando por las cuestas arenosas y zonas yesíferas de lo alto de los páramos.
- Una zona con predominio de la viña vieja, encontrándose algún ejemplar anterior a la plaga de la filoxera
- Un cuidado ancestral de las vides, donde los lugareños llevan generaciones cuidando de las vides familiares con extremo mimo y en pequeñas parcelas.
Así pues, queremos invitarte que conozcas y pruebes Veinte·Veinte. Un vino de características especiales, con personalidad y carácter, hecho con mimo y todo el cariño de quien hace esto por amor al arte.
Un vino de mi agrado y descubierto por casualidad en bar los Morales madrdrid
Hola amigos, que sorpresa para mi!ME acuerdo de vosotros con mucho gusto, y de aquellos tiempos compartido con vosotros a vendimiar.Era como una fiesta,y una familia muy unida. Has hecho una cosa muy buena.La viña y el vino es mi profesion.Un saludo a todos!